Ellos ya lo sabían. Fuimos los periodistas de LA GACETA quienes nos almorzamos con que las diferencias que saltan a la vista entre Ricardo Rodríguez y Carlos Ramacciotti no son sólo físicas. Una suculenta guarnición de semejanzas las acompañan y así se transformaron en el plato principal de la comida compartida entre los entrenadores de Atlético y San Martín y los cronistas de este diario en la previa de la revancha de hoy por la Copa Bicentenario. Pero a no confundirse: los alimentos no volaron por el aire; todo lo contrario, aún estando lejos en varios temas, su pasado supo unirlos y convertirlos en amigos. Bien distintos, pero amigos al fin.
La carta todavía no llegó a sus manos y nace la primera disidencia: "Rama" llega renegando de lo que le cuesta estar solo y en un hotel, si bien se apoya en su hijo Marcos, que vive con él. Ahí refuta el "Negro". "Mi hijo (su preparador físico) vive en un departamento con los otros chicos del cuerpo técnico. Yo necesito estar solo, me encanta. Además me siento cómodo en el hotel", confiesa.
"El '73 fue el año de mi muerte", sorprende Carlos mientras la comida ya estaba marchando. "Me meten en la 'colimba' y yo ya era un jugador profesional. Tenía que hacer guardia y el superior era de Central así que cuando todos salían, me hacía quedar'", relata el entrenador del "santo" que debutó en Primera con la camiseta de Newell's. La diferencia la marca su colega "decano": "yo fui sorteado, revisado y citado pero no tuve ese problema... Me fui".
Vale aclarar que no se pidió entrada y no hacía falta: no hubo mejor tentempié que los gestos que entregaba el "Negro" que chicaneaba a su amigo mientras hablaba abriendo bien grandes los ojos y buscando cómplices en la mesa. Pero no era gratuito. Esa confianza que se tienen viene de hace rato: compartieron una preselección nacional en 1972 y eso los marcó. "Estaban Kempes, Trobbiani, Bochini, Tarantini, Bertoni, Sabella... Fue la mejor de todas", resaltó Ramacciotti que, además de sus compañeros, recordó los códigos de ese entonces. "Antes el pibe era educado. Es como lo que pasa en la familia. El chico está cambiando de canales en la mesa", dice mientras su amigo contesta una pregunta. ¿Llegaron a compartir habitación? "¡No! Lo mato", responde sonriendo y hasta aquí queda claro por qué: "Rama", un señorito inglés de la vieja escuela familiar y futbolística y el "Negro", un caradura, en el mejor de los sentidos.
Obsesivo, el técnico de San Martín cuida quiere cuidar su figura y mientras comenta cómo se las ingenia para asistir al gimnasio que el hotel no tiene, Rodríguez exclama. "Ojalá yo tuviera ese entusiasmo por el gimnasio... ¡Quiero ser flaco! ¡Quiero ser rubio!", y no logra otra cosa que lo mismo que desató durante toda la comida que ya había sido devorada: las carcajadas de todos. "Cobelli es igual que yo, sólo que se tiñe", se excusa. El postre ya está en camino y es hora de ir despidiéndose. "Rama" quiere escarbadientes pero no para él. "Quiero mostrarles algo", dice. "¿Qué... sos mago?", retruca Rodríguez. Él no le hace caso. Se ve que se conocen y se aceptan como son. Hoy están en otro lugar, pero se ve que no cambiaron. "La cuenta, por favor".